14.8.15



Las mujeres sangramos.
Cuando parimos
y también cuando no estamos preñadas.
Sin embargo, no sangramos
cuando nos despiden por parir
ni cuando nos pagan menos
porque pariremos algún día,
tampoco al ser educadas
como objetos hipersexuados,
ni al soportar eso que llaman piropo,
ni los tocamientos en el transporte público.
Tampoco sangramos
cuando menosprecian nuestra voz,
si nos cuestionan cómo nos vestimos,
con quién salimos o dejamos de salir.
No, por eso no.
Sangramos cuando nos pegan,
cuando nos tiran por las escaleras,
cuando nos matan.
Y cuando sangramos, ya muertas,
nos dicen que no exageremos,
que no es para tanto,
que no somos tantas,
que sólo somos mujeres.
Y estas respuestas no nos hacen sangrar,
pero nos siguen matando.

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